sábado, 30 de diciembre de 2017

Byrja. Capitulo VII

Pasaron los días, las semanas, incluso los meses, durante todo ese tiempo Jörn no dejo pasar ni un solo día sin que sus pasos  le condujesen al Torreón; llegaba siempre con una sonrisa, dispuesto a cambiar un mundo que hasta hacia poco había sido oscuro por algo que se parecía mucho a esa luz radiante que aparece tras la tormenta, cuando tímidamente el sol asoma de nuevo e ilumina los campos empapados, brilla en cada pequeña gota de agua y calienta la tierra con la promesa de que algo nuevo y bueno nacerá de ella. Así era Jörn.

Cuando llegaba, la buscaba con la mirada, una vez la veía su sonrisa se iluminaba, su pecho se llenaba de aire y suspiraba, como un chiquillo. Era curioso ver a un hombre de su envergadura actuar así, pero no le importaba, no quería ni tenía que ocultar lo que sentía; hacía mucho tiempo que no se encontraba tan bien.

Ella quería seguir aparentando frialdad, como si no le importase demasiado que el hombre fuese a verla, pero no podía, tras el primer disimulo, sus ojos buscaban los de él y su semblante serio se iba tornando en sonrisa, dejaba lo que estuviese haciendo y corría a su encuentro, como la niña que él había sabido encontrar de nuevo recomponiendo los pedazos de su destrozado corazón; traviesa, se hacía de rogar un instante, poco, pues Jörn dejaba caer al suelo lo que llevase en los brazos para alzarla del suelo y besarla apasionadamente, era como si fundiéndose en ese beso los dos pudiesen ver en el fondo del otro, y lo que veían les gustaba.

Todos los días se repetía ese encuentro y todos los días parecía la primera vez. ¿Quién hubiese sido capaz de apostar por dos almas rotas, que tras encontrarse, lograsen ser una sola, sin apenas heridas?, nadie, pero así de caprichoso es el destino y así de poderoso el amor.

¿Amor?, bueno, ambos aun renegaban de él, pese a lo evidente; el dolor que cada uno había sentido por separado era muy profundo, tanto, que aun les costaría un tiempo olvidar lo pasado, pero lo lograrían, porque sin darse cuenta ya lo estaban haciendo.

Jörn se quedaba embobado mirándola, ¿Cómo podía haber tenido tanta suerte?, ¿encontrar a una mujer así?, ¿qué ella le hiciese caso, que se hubiese fijado en él y no en otro?, ¿qué sintiese algo por él?  Lo que Jörn no sabía es que Medb pensaba exactamente lo mismo, ¡había sido tan afortunada!; no hablaban de ello, pero los dos los sabían; algo debían de haber hecho muy bien para que los dioses propiciasen que sus caminos se hubiesen cruzado, de eso si que ambos estaban seguros.

Tras el primer abrazo, el gigante rubio solía dar un buen azote en el trasero de Medb mientras divertido le preguntaba…

_’¿Que tal tu día Valkiria?, -él solía llamarla así-, ¿has sido muy mala o esperabas a ser mala de verdad cuando llegase yo?, -decía a la par que entrecerraba uno de sus preciosos ojos azules-‘

_’¡Ehhhh, yo soy mala siempre!, -respondía ella frotándose el trasero y fingiendo indignación-, lo que pasa es que cuando llegas tú tengo más ganas de serlo…’

Caminando despacio volvía a sus quehaceres, riendo, feliz, mirando de reojo al hombre que le había devuelto la sonrisa, dedicándole alguna mueca provocativa mientras él, sonriendo y negando con la cabeza, recogía los aperos que solía traer para ponerse a trabajar en las reparaciones que, desde que se conocieron, había empezado a realizar para mejorar el lugar donde vivía la mujer que ahora ocupaba todos sus pensamientos.

Así, Jörn había reforzado el muro semi derruido, cubierto el ventanuco y habilitado un buen lugar donde dormir, era diestro en la talla y había hecho para Medb un lecho confortable con un hermoso grabado en el cabezal; también había fabricado varios bancos y algún arcón donde ella pudiese guardar sus pertenencias; había quitado la maleza, arreglado las escaleras de piedra y traído una enorme tina para que su amada y el mismo pudieran, cuando gustasen, darse  un baño caliente.

Con estos gestos y su carácter fuerte y amable, tierno, y a la vez tan salvaje, estaba acabando por conquistar lo que ella creía haber perdido para siempre.

Medb mientras tanto no descuidaba sus quehaceres, cuando no iba a cazar  o estaba preparando algo para comer, revisaba sus armas, sacaba filo a Nimhain, bruñía su casco, sopesaba el hacha con que tantas vidas había sesgado y sonreía pensativa, aunque la sonrisa que derivaba de su dedicación al mantenimiento de estas últimas no era como la que le dedicaba a Jörn, era una sonrisa cruel y vengativa, tan oscura como las alas de un cuervo.  Se sentía feliz si, pero no olvidaba ni estaba dispuesta a perdonar, hacerlo hubiese supuesto renunciar a su esencia más arcana, algo que solo le pertenecía a ella.

Absorta en sus meditaciones frunció el ceño, una vez más hasta sus oídos había llegado la noticia de la nueva infamia de su aún esposo, el muy miserable seguía utilizando su nombre y su prestigio para pedir préstamos que no pensaba devolver; arruinado y siendo muy pocos los que no supiesen ya que su codicia y falta de honor no tenían limites, no le quedaba otro remedio que seguir mintiendo, acumulando mentira tras mentira, sumiso, consciente de que de no serlo, los ingresos de la que ahora era su amante dejarían de colmar sus absurdos caprichos. No, sinceramente, no envidiaba ni echaba de menos no tenerle a su lado, las rémoras y los cobardes cuando más lejos mejor…

Pensaba que debía   poner fin a cualquier vinculo que la uniese con tan triste personaje; a ratos, pedía a sus dioses que éste no volviese a toparse con ella jamás, otros, los más, deseaba hacerle sangrar, ver como se retorcía  entre estertores agónicos hasta morir suplicando su clemencia. Una clemencia que no obtendría.

Sentía tal placer imaginando tal cosa que un escalofrío semejante al orgasmo recorría su cuerpo.

Cuando la luz empezaba a escasear y una vez daba por concluidas sus tareas,  Jörn se limpiaba el sudor de la frente, entonces, buscándola una vez más con la mirada caminaba con paso seguro hasta un abrevadero de madera que él había construido e inclinándose sobre el metía la cabeza y se aseaba un poco, luego, se acercaba a Medb y se sacudía el agua sobre ella, sacándola al hacerlo de sus oscuros pensamientos.

_’¡Que fría!’, -dijo ella levantándose de golpe tras sentir las salpicaduras de agua y salir así de su ensimismamiento-

_’Se lo que estás pensando, y te entiendo, pero ahora no es momento de pensar en ello, tenemos cosas mejores que hacer, -sus labios carnosos se curvaron en una sonrisa ladina mientras sujetaba con una mano la barbilla de la mujer-, ¿no es cierto, mi reina?’.

Medb asintió, se abrazo a él y pego su cuerpo al del hombre, sintiendo que pese a encontrarse completamente mojado, desprendía un calor tan reconfortante que la hizo entornar los ojos, al hacerlo, no aparto su rostro del pecho de Jörn, al contrario, aun le abrazo con más fuerza, con los ojos cerrados, deseando que el tiempo se parase en ese preciso momento.

Pasaban horas y horas hablando, contándose sus vidas, conociéndose; comían, bebían y se amaban y luego volvían a hablar hasta quedar dormidos uno en brazos del otro. Al amanecer Jörn se marchaba, sabía que ella necesitaba estar sola para ordenar sus ideas.  Él debía regresar a la ciudad para hacer su trabajo, pero antes de irse la arropaba y dedicaba una caricia a los felinos que compartían con ellos el lecho, ella, se hacía la dormida, pero no lo estaba.

Cada gesto de Jörn la hacía sentir segura, querida.

La vida siguió, como siguen las cosas que van recobrando el sentido. Todo iba poco a poco ocupando el lugar que le correspondía; los días eran cada vez un poco más largos, pronto llegaría el buen tiempo, mucho antes de que se diesen cuenta y con él, nuevas aventuras y proyectos, sin olvidar, lo que debía de hacerse, y se haría, vaya si se haría.

Medb entrecerró los ojos a causa de la leve luz que entró por el portón cuando salió Jörn, luego se cubrió la cabeza con las mantas y se estiró bajo ellas igual que los gatos que ronroneaban a su lado.

Sonreía mientras iba quedándose dormida de nuevo, ya no tenía ninguna duda.


*( Byrja significa ‘Comienzo’ en islandés)


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