domingo, 4 de marzo de 2018

Draugar fortíðar. Capítulo VIII


Hacía ya tres días que Jörn no iba a verla, tres días que en circunstancias normales a ella le hubiesen parecido algo normal; sabía de sus demonios, de sus recuerdos, sabía, que algunos días él se mostraba ausente y hasta entonces no le había importado, ¿porqué debería de importarle ahora?, ¿quizá…?. Solo el hecho de pensarlo la hacía estar de mal humor. Durante estos largos meses, había aprendido muchas cosas y aun le quedaban otras tantas por aprender, pero lo que mejor había aprendido  era a no depender del afecto ni la proximidad de nadie. Aquello debía de acabar.

No tenía muy claro cómo hacerlo, le apreciaba, él la había ayudado mucho y mentiría si negase que su compañía le era placentera, lo era hasta el punto en que comenzaba a echarle de menos, a ‘necesitarle’, sonrió, más para sí misma, ¿era eso lo que quería?, desde luego que no. Como tenia claras sus opciones pero no el modo en que tenía que resolver aquel asunto, opto por lo más sencillo, resolverlo sobre la marcha, ya vería que podía hacer y que se le ocurría para zanjar el problema, de momento bajaría al pueblo donde esperaba encontrar a Jörn.

Dejo acondicionados lo mejor que pudo a sus amigos felinos, pese a que éstos se las apañarían bien sin ella, eran gatos, cazaban ratones y el campo estaba lleno de ellos, rumiaba que es lo que debía hacer sin encontrar respuesta, dio varias vueltas antes de cerrar el pesado portón, por un lado no quería irse pero por el otro, algo en su interior le decía que quizá pasara un tiempo sin regresar a la Torre, no sabía porque pero su instinto pocas veces había fallado y cuando había dejado de seguirlo las cosas se habían torcido llevándola a una locura que no tenía intención de repetir.

Recorrió el sendero que bajaba hasta la aldea y una vez allí sus pasos se encaminaron casi sin pensar hasta la taberna donde hacía ya un tiempo se habían conocido. Allí estaba Jörn, sentado en una mesa, solo, con una enorme jarra de cerveza ante él. Ni siquiera la vio entrar, no así el posadero, que servil se acerco a ella inclinando su gorda cabeza y haciendo amago de algo parecido a una reverencia. Ella siempre pagaba bien a quienes le servían, a quien le servía buena cerveza solía pagarle mejor.

Se sentó en una mesa aparte, tras Jörn, no quería que éste la viese, quería observarle un rato y pensar. El tabernero le sirvió una jarra, apartándose de ella sin darle la espalda, con fingida sonrisa de servidumbre, antes de beber un sorbo, observo tras las espaldas del hombre con quien últimamente había compartido el lecho, se fijo en que varias rameras hablaban entre sí, mirándole coquetas mientras emitían estúpidas risas, él ni se inmutaba, absorto como estaba en sus pensamientos y quién sabe si en el recuerdo de los fantasmas que le atormentaban.

Mirándole, sintió una mezcla de amor y compasión por él. Amor porque le agradecía que hubiese sido él y no otro quien le hubiese quitado el olor de la piel, ese olor a podredumbre que ella sentía que desprendía su piel por el contacto de su aun esposo. Jörn era un buen hombre, la había ayudado mucho, la había hecho recordar lo que era el placer, y sin embargo, no, no podía amarle, su corazón, ¿tenía corazón?, ese pensamiento la hizo sonreír un instante antes de acercar la jarra a sus labios y beber sin dejar de mirar al gigante rubio por encima de ésta, sin perder detalle de lo que él hacía. Jörn levanto la cabeza, suspiro, no pudo verla a ella porque estaba detrás de él, separados apenas por unos metros, bebió un trago de su cerveza y mientras lo hacía, los ojos del hombre se fijaron en una de las putas que había en la taberna, tras beber, se limpio con el reverso de su manga y siguió mirándola, ella, sintiéndose observada le sonrió. El hombre no hizo ningún gesto que revelase sus intenciones para con la fulana, solo la miro como se mira algo hermoso.

En ese instante supo lo que debía hacer. Aquel hombre, Jörn, no le aportaba nada más que placer y compañía  y sin embargo empezaba a  despertar en ella algo parecido a los celos, a la añoranza y si sentía celos y añoranza era porque aun podía amar o algo parecido a amar. Arrugo el ceño muy enfadada, no con Jörn, si no con ella misma; termino su jarra de cerveza y se puso en pie.

Era cierto, estaba empezando a sentir algo por  Jörn, no con la intensidad demencial con la que había amado al traidor, pero lo que sentía por ese hombre era algo que podía convertirse en algo tal vez parecido y no iba a consentirlo, por otro lado, Jörn echaba de menos a sus fantasmas…era hora de enviarlo con ellos, ¿acaso no era eso, en cierto modo, una manera de demostrarle su amor?, un amor que no tendría fin, que sería eterno y perfecto, del que solo recordaría lo bueno; no tendría fin porque ella iba a ponerle fin ahora mismo.

Decidida avanzo hacia él, despacio, para no sobresaltarle, cuando estuvo muy cerca,  con infinita dulzura poso una mano sobre  sus fornidos hombros. Jörn reconoció su tacto y la acaricio.

_‘Te he echado de menos mi reina’, -dijo sin girarse-

En la taberna, la gente seguía bebiendo y hablando animadamente, sin inmutarse por ver a los dos amantes juntos pues ya los habían visto muchas veces, ni siquiera repararon en ellos.

_‘Yo a ti también, más de lo que puedo permitir’, -respondió Medb pegando su cuerpo al del hombre por detrás-

El ladeó entonces la cabeza hacia atrás, buscando un beso. Ella correspondió a su búsqueda uniendo sus labios a los suyos en un beso tan apasionado como el que se dieran el día en que se conocieron. Mientras, su mano busco y encontró sin dificultad el cuchillo que siempre llevaba sujeto a su cintura, y de un certero tajo, segó la garganta del hombre que estaba besando, apenas le dio tiempo a reaccionar, la vida se le escapaba mientras ella seguía besándole, quedándose con su esencia, con su recuerdo.

Cuando Medb despego sus labios de los de Jörn, este ya estaba muerto, el tajo había sido profundo y mortal; le amaba, no hubiese consentido que sufriese. Jamás se lo hubiese perdonado. Enfundo su cuchillo y antes de que la cabeza inerte de él cayese sobre la mesa, ahora cubierta de sangre,  la sujeto por los rubios y rizados cabellos que tantas noches había enredado entre sus dedos y acercando su boca al oído de él le susurro.

_’Regresa con tus fantasmas, amor mío’

Con delicadeza dejo que la cabeza de Jörn reposara sobre la mesa, satisfecha por lo que acababa de hacer, seguro que él ahora era feliz pues ya no tendría que pensar más en ellos ni se sentiría atormentado, descansaba en paz, quizá no en Valhala pero si en algún lugar donde los recuerdos no le hiciesen más daño.

La gente de la taberna había enmudecido de golpe tras observar la escena. Nadie se atrevió a decir nada por miedo a no acabar también como había acabado el bueno de Jörn. El tabernero se acerco, arrugando nervioso el delantal que cubría su enorme barriga con ambas manos. Medb descolgó entonces la bolsa con monedas de oro que  llevaba  colgada al cinto, no escatimo, se la dio entera al posadero.

_’Quiero que tenga un buen funeral, el mejor que el dinero pueda pagar, si necesitas mas, dímelo’

El orondo sirviente tomo la bolsa y como era su costumbre la sopeso, miro un instante a Jörn, ahora muerto, con la mitad de su cuerpo apoyado sobre la mesa, la sangre cayendo a ambos lados de ésta y formando un gran charco en el suelo.

_’Por los dioses, cuantas sangre!, -exclamo-, ‘era un hombre enorme, tal vez necesite…’

No acabo la frase, Medb se quito un colgante que portaba al cuello, una valiosa perla engarzada en oro.

_’El mejor funeral que se pueda pagar, ¿entiendes?, -repitió mirándole con fiereza a la vez que le tendía el colgante-, el mejor!’

El tabernero cogió la joya y empezó a dar órdenes a varios criados para que se llevasen de allí al muerto y limpiasen todo aquello, mientras tanto, Medb, como hipnotizada, seguía absorta en la sangre que goteaba sobre el suelo, sin un ápice de arrepentimiento en la mirada. Así estaba cuando alguien se le acercó, era una mujer, más o menos de su edad y envergadura, por las ropas que portaba debía tratarse también de una guerrera o una busca vidas, no la había visto antes por allí. Con total descaro, observo al gigante  muerto, arqueo una ceja inquisitiva y mirando a Medb paso un dedo sobre la mesa, empapándolo en sangre y llevándolo a sus labios.

Medb  por un instante sintió ganas de asesinarla, ¿Cómo se atrevía?

_’Umm, delicioso’, -dijo la mujer tras saborear la sangre-

La guerrera la miró, furiosa, a punto de estallar, el nada habitual acento eslavo de la recién llegada fue lo único que la detuvo. Eso y su malsana curiosidad.

_‘…Mucho’, -respondió, sin saber muy bien por qué había respondido eso, pero lo cierto es que Jörn había sido una delicia en todos los sentidos y sin duda, su sangre, debía de tener algo de deliciosa también; pensar tal cosa la hizo reír, primero un poco, luego a carcajadas. Si, había logrado vencer al más terrible de los demonios, ese que llaman amor y del cual no quería volver a saber nada nunca más.

_’Mi nombre es Svetlana, a tu servicio’

La mujer tendió su mano a Medb y ésta la correspondió.

_’¿Svetlana dices?, -pregunto mirándola de arriba abajo-, no te había visto antes, ¿de dónde vienes?’

_’De las montañas, mujer de pelo rojo, -dijo mientras movía ambas manos, dando énfasis a sus palabras-, había oído hablar de ti, hoy he visto que lo que decían es cierto, -sonrió, frunciendo los labios, carnosos, en una perversa sonrisa-, mis amigos y yo estamos acampados cerca de aquí, donde crecen los árboles más grandes’

-_’¿Los árboles?, -pregunto Medb intrigada-

-_’Así es guerrera, mis amigos son leñadores y yo, -entornó los ojos, unos ojos color miel que eran tan vivaces como los de un zorro-, yo viajo con ellos’

-‘¿Teneis cerveza?’, -volvió a preguntar Medb-

_’En abundancia!, -respondió Svetlana de nuevo moviendo las manos para corroborar sus palabras. Hablaba arrastrando las ‘erres’ lo que le confería una forma de hablar muy peculiar-

_‘Siendo así, preséntame a tus amigos’

Ambas mujeres se dirigieron hacia la puerta, sin mirar atrás. Los que había en la taberna siguieron bebiendo y comentando por lo bajo con prudencia de no ser oídos lo que acababa de pasar, porque conocían a Medb y sabían que lo mejor para ellos era hacer como si no hubiese pasado nada. Temían su cólera, sabían que tarde o temprano se desataría la tormenta, demasiado tranquilos habían estado estos meses en los que Jörn la entretenía, eran conscientes de que esa calma no duraría mucho, así que si se iba con esa extranjera, aunque fuese unos días, eso que ganaban. La Reina no olvidaba nunca a sus amigos, a sus enemigos tampoco.

Antes de salir por el umbral, Medb se giro, pero no para mirar hacia donde varios criados se llevaban el cuerpo de Jörn, si no para recordarle  al tabernero, que de no cumplir con lo que le había pedido, volvería ella misma en persona a recordárselo. El hombre trago saliva y se limito a asentir moviendo la cabeza varias veces, intentando con ese gesto convencer a la guerrera de que su amante gozaría de un buen funeral.

Svetlana y Medb se perdieron en las sombras que conducían al bosque, por el camino, iban hablando, como si se conociesen, había algo en el espíritu de ambas que las unía y ninguna de las dos sabía muy bien que era.

_‘Te gustara Frango, es tan básico y a la vez tan…’, -sus manos se movieron de nuevo, ésta vez en un gesto obsceno-

Lo último que se escuchó en la noche fue la risa de ambas.


*(Draugar fortíðar significa ‘Fantasmas del pasado’ en islandés)


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